3.1.10

EL NAUFRAGIO DE LA FRAGATA WAGER

Hemos decidido transcribir integramente, y sin comentarios, una interesante narración desde el sitio PATAGONIA INCOGNITA, del kayakista y explorador CRISTIAN DONOSO, quien narra el descubrimiento de los restos de la fragata WAGER, naufragada en 1741, en el archipielado Guayaneco. Esta era una de las naves que integraba la flotilla de George Anson.

No solo es un relato apasionante de turismo aventura, sino que esta enriquecido con referentes bibliograficos que avalan la narración del explorador.

Además, es uno de los escasos autores que hacen alusión a la guerra de la oreja de Jenkins en territorio chileno.

FUENTE:
TRANSCRIPCIÓN:

JUEVES 13 DE SEPTIEMBRE

REPORTE 3:
Después de superar nuestro primer escollo, cruzando el fiordo Steffen con viento norte y marejadilla de olas muy verticales, avanzamos rápido hacia el oeste, con condiciones de tiempo que fueron mejorando progresivamente, y el empuje persistente del viento Este, favoreciendo nuestra navegación. En el que podía ser el segundo escollo importante, el canal Messier, tuvimos un viento sur con olas largas muy navegables. No fue más que un paseo de día domingo. Inmediatamente después tuvimos mucho trabajo para ganarle al viento y a la marea en el canal Pluddemann. Después vino la recompensa: torcimos a la derecha en el seno Calenes e izamos velas, cruzando rápido la carrera fina y llegando al sur de la isla Byron al atardecer, casi volando sobre las olas. En sólo dos días habíamos llegado hasta ese punto desde la entrada norte del canal Sierralta. En isla Byron contemplamos la rica avifauna de una gran laguna de mar a la que con seguridad no podría accederse sino en kayak o algo parecido, en busca de una ruta terrestre para llegar al extremo occidental de la isla. Al final decidimos aproximarnos más a ese punto con los kayaks, saliendo a mar abierto por el costado norte de la isla Alacrán, donde falleció Lautaro Wellington Edén, hecho que marca el fin de la vida tradicional de los antiguos canoeros de Patagonia occidental. Superando las grandes pero suaves y largas olas oceánicas, hicimos un difícil desembarco en la playa de arena en el lado norte del istmo que conecta el extremo occidental de la isla, que terminó por voltearnos cuando surfeábamos las olas. Desde ahí cruzamos la península a pie por turbas y selvas muy compactas, hasta alcanzar una playa cerca de la isla Médora, donde buscamos sin éxito una vieja artillería mencionada en antiguos relatos -como el del padre jesuita José García, o el de los marinos ingleses Bulkeley y Cummins-, y que según hemos sabido habría sido avistada en esa zona por algunos de los últimos cazadores de lobos que llegaron a esta zona por la senda de Ofqui. Algunas versiones señalan que podría encontrarse en la misma isla Médora. Quizás fue llevada hasta allí por unos náufragos a objeto de avisar de su situación a otra nave que pasara frente a estas costas. Esperamos explorar ese imponente peñón en otra ocasión. Desde ese punto retornamos al lado sur de la isla Byron, teniendo que superar una sucesión de grandes olas durante el zarpe, originadas por un intenso viento sur, y luego continuamos hasta la costa noreste de la isla Wager, donde nos encontramos ahora, el lo que es el mejor sitio para acampar que hemos encontrado durante el viaje, y que quizás fue el mismo que ocuparon los ingleses sobrevivientes del naufragio de la fragata británica HMS Wager. En el camino hasta este punto, mientras prospectabamos la costa en busca de sitios arqueológicos, descubrimos un antiguo corral de rocas en el borde de una playa de poca pendiente -poco usual en esta zona- que posiblemente fue utilizado por los antiguos canoeros para atrapar peces. Esa técnica indígena es mencionada en los relatos de Byron y Bulkeley, y aún es practicada en Chiloé en un modo muy similar. Ahí mismo pescamos varios róbalos que comimos con el rico puré preparado por Ortega. Aquí en isla Wager nos hemos encontrado con numerosas señales de una reciente expedición que estuvo buscando el naufragio de la fragata HMS Wager, señales que incluyen basura y una agresiva e totalmente innecesaria destrucción de los bosques de este magnífico parque natural . En los próximos días zarparemos hacia Puerto Edén…
En este lecho de río, ubicado a 30 metros del mar, reconocimos los fragmentos del casco de un barco del siglo XVIII que podrían pertenecer a la fragata HMS Wager. Se distinguían las cuadernas unidas por tarugos, y bajo ellas, enterradas, el forro exterior. Río arriba descubrimos otras cuadernas.

Detalle de los posibles restos de la fragata HMS Wager. La Wager era un “buque almacén” (store ship) de madera construido en astilleros británicos, de 556 toneladas de registro grueso, armado con 28 cañones y con capacidad para 180 tripulantes. Sus dimensiones eran de 37.5 metros de eslora, 4.4 metros de calado y 9.8 metros de manga. Destinado en principio a la carrera de las indias orientales (Indiaman), fue comprado por el almirantazgo británico en 1739 específicamente para integrar la escuadra del comodoro Anson. La fragata fue bautizada con el nombre del principal gestor de la misión de Anson, Sir Charles Wager, Ministro de Marina de Su Majestad Británica. / Possible ruins of the HMS Wager.


EL NAUFRAGIO DE LA FRAGATA WAGER

ANTECEDENTES: LA GUERRA DE LA OREJA DE JENKINS EN LA PATAGONIA Y EL PACÍFICO

El tratado de Ultrech de 1713, que puso fin a la Guerra de Sucesión, dejó a España mutilada y a Inglaterra gananciosa por ciertas cláusulas marítimas y coloniales. Inglaterra había obtenido el privilegio de importar esclavos negros a las colonias españolas de América, y el libre tránsito de un barco de 500 toneladas, una vez al año, por esas mismas colonias. Estos privilegios originaron abusos que debilitaron el comercio español en sus posesiones americanas. El contrabando inglés era en todas partes bien acogido y protegido. España trató de reprimirlo: tal fue la causa inmediata de que en el año 1739 Inglaterra y España se declararan la guerra, inmersos en el contexto de lograr una hegemonía mundial a base de sus posesiones ultramarinas. El imperio inglés tenía dentro de sus proyectos incorporar territorios americanos y la Patagonia Occidental fue escenario de un episodio de este conflicto.
Del puerto de Portsmouth zarpó en 1740 una escuadra alistada bajo las órdenes del comodoro Anson, con la misión de asestar un formidable golpe a la dominación que España mantenía sobre las costas del Pacífico.
La escuadra de Anson se componía de los siguientes buques:
El navío Centurion, de 64 cañones y 400 hombres de tripulación, con la insignia del comodoro.
El navío Gloucester, a las órdenes del capitán Morris, de 50 cañones y 300 hombres.
El navío Savern, al mando del capitán Lags, de 50 cañones y 300 hombres.
La fragata Pearl, al mando del capitán Mitchel, de 40 cañones y 250 hombres.
La fragata Wager, a las órdenes del capitán Kid, de 28 cañones y 170 hombres.
El pingue Trial, al mando del capitán Murray, de 8 cañones y 100 hombres.
El pingue Ana, de 8 cañones y 100 hombres.
Además iban embarcados 400 soldados de marina. La tropa de guarnición del Centurion constaba de 129 hombres.
En persecución de aquella escuadra mal aparejada y abastecida, equipada con soldados sacados del hospital de Chelsea y con marineros gastados en la navegación de los mares de la India, el gobierno español despachó, a las órdenes del general José Pizarro, una escuadra compuesta de los siguientes buques:
El navío Asia, de 64 cañones y 700 hombres de tripulación.
El navío Guipúzcoa, de 64 cañones y 700 hombres.
El navío Hermione, de 54 cañones y 500 hombres.
El navío Esperanza, de 50 cañones y 450 hombres.
La fragata Esteban, de 40 cañones y 350 hombres.
Ambas escuadras arribaron casi simultáneamente y sin novedad a las alturas del cabo de Hornos a fines del mes de febrero de 1741. Pero desde que llegaron a los Mares del Sur comenzó para ellas una de las más grandes odiseas de que se conserva recuerdo en los anales de la navegación.
Inmediatamente al oeste del cabo de Hornos la escuadra del general Pizarro fue asaltada por un violento temporal, que dispersó todos sus buques. El día 7 de marzo de 1741 la escuadra enfrentó otro al noroeste del cabo, con tanta nieve que había constantemente medio metro de ella sobre cubierta. La furia del viento arrojó los buques hacia el este, y después de muchas tentativas
infructuosas para avanzar lo perdido, a mediados de mayo los navíos Asia, Esperanza y San Esteban tuvieron que regresar al Río de la Plata. El Hermione encontró su fin en aquellos terribles mares, muriendo toda su tripulación. El Guipúzcoa encalló y se perdió en las costas de Brasil.
Las desgracias que sufrió esta escuadra fueron terribles. A un escorbuto destructor siguió un hambre cruel, siendo tal que se vendía cada galleta por 50 reales. Sucedió el hecho inaudito de que un marinero conservara oculto en su cama por algunos días el cadáver de su hermano con el fin de aprovecharse de la escasísima ración que le tocaba. Los trabajos duros de la vida en el mar, las enfermedades y el hambre destruyeron la mayor parte de las tripulaciones de la escuadra. El Asia perdió más de 350 hombres. Lo mismo sucedió con el San Sebastián. En el Esperanza no sobrevivieron mas de 58 tripulantes. El Guipúzcoa tuvo que arrojar el ancla y parte de su artillería al agua. El 4 de abril desarboló este bajel de todos sus palos, día en que ya habían fallecido 250 hombres a bordo. La ración diaria estaba reducida a 45 gramos por individuo, y solo 30 a los que no podían trabajar por encontrarse enfermos. Era muy frecuente ver caer muertos a los hombres, extenuados de fatiga y hambre, llegando a tanto esta calamidad, que sólo unos 100 de los 700 hombres de que constaba la tripulación, incluso los oficiales, estaban en estado de trabajar. El 25 de abril se perdió este buque en la costa de Brasil, a 30 millas al sur de la isla Santa Catalina, teniendo en el acto del naufragio 30 cadáveres sobre cubierta.
De esta arrogante división de buques sólo regresó a España el navío Asia, a los 5 años de su salida. De los demás buques, el navío Hermione fue sepultado en las inmediaciones del cabo de Hornos; el navío Guipúzcoa se estrelló en la costa de Brasil; la fragata San Esteban, habiendo varado en el Río de la Plata, aunque sacada a flote, fue dada por inútil; el navío Esperanza, que logró pasar al Pacífico después de varias tentativas, tuvo que quedase en él por no considerársele en buen estado para volver a España. Tal fue la suerte que tocó a la escuadra confiada al mando del general Pizarro.
La escuadra de Lord Anson no tuvo mayor fortuna. La serie de adversidades que la han hecho memorable se inició con el naufragio de la fragata Wager, ocurrido el 14 de mayo de 1741 en el archipiélago Guayaneco, al sur del golfo de Penas.
Días después, el 23 de mayo, el Centurion enfrentó un recio temporal en la costa occidental de Chiloé. El suceso es consignado en su cuaderno de bitácora: “El 23 de mayo, ya rebasados del cabo de Hornos y próximos a la costa de Chiloé sufrimos un temporal que nos despedazó todas las velas y destrozó mucha maniobra. Como a las ocho de la noche una ola semejante a una montaña reventó en el costado de estribor, dando al buque una sacudida tan violenta, que rompió varios obenques, quedando los palos en gran riesgo por falta de seguridad. Se nos corrió la estiba sobre babor, quedando el Centurion dormido sobre esta banda. La consternación de este lance fue tan grande, esperando zozobrar a cada momento, los balances eran violentísimos y el navío se despedazaba por instantes”
Ante la inminente dispersión de la escuadra, Lord Anson había fijado como punto de reunión la rada de Cumberland (puerto de San Juan Bautista), en la isla Robinson Crusoe del archipiélago Juan Fernández. Los buques que lograron arribar a ésta fueron los navíos Centurion y Gloucester, y las naves menores de la expedición, el Trial y el Ana.
La tripulación del Centurion estaba en tan mal estado a su arribo al archipiélago, por la fatiga, el hambre y el escorbuto, que sólo tenía 40 hombres en estado de maniobrar, habiendo perdido. El Trial tuvo de baja 42 y sólo estaban en disposición de hacer servicio su capitán y otros 4 hombres. El Gloucester llegó un mes después al mismo punto habiendo arrojado al mar a 292 hombres, tal como el Centurion, y solo estaban en estado de maniobrar sus oficiales. Por mucho tiempo la ración de agua de este buque fue de solo medio litro por individuo al día. El pingue Ana, después de permanecer guarnecido durante varios meses en la isla Inch, en la costa occidental del archipiélago de los Chonos, llegó a Juan Fernández a mediados del mes de junio, en un estado lamentable por su escasez de gente. El navío Savern y la fragata Pearl no pudieron doblar el cabo de Hornos y tuvieron que volver a las costas de Brasil.
Lord Anson se sirvió de los sobrevivientes para tripular el Centurion, el Gloucester y el Trial, echando a pique el Ana por no haber gente para gobernarlo. El hecho ocurrió el mes de agosto de 1741. Los temporales que experimentó la escuadra en el cabo de Hornos, sus descalabros y el terrible escorbuto, habían disminuido tanto las tripulaciones, que Lord Anson se vio obligado a tal determinación.
Con la pérdida de la fragata Wager en el archipiélago Guayaneco y el retroceso de la Pearl y del Savern hacia las costas de Brasil, la escuadra de Anson quedaba reducida a 3 naves y 350 hombres.
Recompuestas las tripulaciones en Juan Fernández y reparadas las averías, Lord Anson se lanzó a recorrer las costas del Pacífico hasta México, sin temor a persecución de ningún género.
El 12 de septiembre el Centurion dio caza al bergantín español Nuestra Señora del Monte Carmelo, capturando de su cargamento 23.000 pesos en dinero, azúcar y aguardiente de Pisco, con lo que se repararon las tripulaciones.
Lord Anson despachó en seguida al Gloucester para que harpiase a las alturas de Paita (Perú), y con el Centurion y el Trial se dirigió a Valparaíso226 en busca de presas. El 24 del mismo mes apresó al Aranzazu, buque de 600 toneladas que procedía del Callao con cargamento de 25.000 pesos plata y otros artículos análogos al del Nuestra Señora del Monte Carmelo. Anson puso después proa al norte para unirse con el Gloucester, pero antes apresó al navío Santa Teresa de Jesús.
Después de ejecutar depredaciones de toda especie, se dirigió a las costas mexicanas, y echando a pique al Gloucester y al Trial, por falta de tripulación, regresó a Inglaterra llevando a bordo del Centurion las cuantiosas riquezas de que se había apoderado en sus correrías.
De ambas escuadras sólo regresaron el Asia a los puertos de España y el Centurion a los de Inglaterra, las dos naves capitanas, sin haberse encontrado nunca.

EL NAUFRAGIO DE LA FRAGATA WAGER

Después de sufrir todas las peripecias que hubo de experimentar la escuadra de que formaba parte y de salvar el cabo de Hornos, esta fragata tuvo que sufrir además nuevos temporales en el océano Pacífico, sobre las costas occidentales de la Patagonia, y llena de averías, encalló en la mañana del 14 de mayo de 1741, un poco antes del amanecer, en la costa norte del archipiélago Guayaneco, situado al sur del golfo de Penas y al norte del archipiélago de Wellington.El casco de la fragata se mantuvo a flote, apoyado en las mismas rocas en que había encallado. Al amanecer pudo desembarcar la tripulación y salvar parte de los víveres y la carga, con mucha dificultad a causa de la fuerza del mar. Con las velas y los fragmentos de la fragata los náufragos construyeron tiendas de campaña para resguardarse de la inclemencia de la estación invernal en la que se hallaban, y a poner a cubierto los víveres y la carga, en una región donde las lluvias alcanzan los 8000 milímetros anuales.Los náufragos también pudieron salvar la lancha y los botes del buque, con los cuales el capitán David Cheap se propuso seguir al norte, atrapar algún buque español del cabotaje y reunirse en seguida con Lord Anson, que suponía en el archipiélago de Juan Fernández. Pero la desmoralización de los náufragos no tardó en producirse y la rebelión estalló encabezada por el artillero John Bulkely,protestando contra los propósitos del capitán.Bulkely proponía volver atrás, correr por el estrecho de Magallanes, dirigirse a las costas de Brasil y buscar en ellas los medios para regresar a Europa. Pero como el capitán Cheap, con su fuerte carácter, se mantuviera firme en su propósito, el día nueve de octubre estalló el motín, apoyado por 81 hombres de los 92 a que estaba reducida la tripulación de la Wager. Cheap fue reducido a prisión y los amotinados comenzaron sus aprestos para la vuelta a Brasil.El 13 de octubre emprendieron su regreso en tres embarcaciones sin puentes. El viaje de estos hombres es una de las más aventuradas odiseas de la historia de la navegación. Sin víveres, en barcas en mal estado, y alimentándose a su paso con los perros de los indígenas, llegaron a Brasil después de ocho meses de luchas y sufrimientos increíbles. La historia de esta travesía es narrada por Bulkeley y Cummins en A voyage to the south-seas in the years 1740-41. Un ejemplar de su primera edición se conserva en la Sala Medina de la Biblioteca Nacional de Chile.Una de estas embarcaciones, en que iban el guardiamarina John Byron y 9 hombres, abandonó a los amotinados a poco avanzar y regresó al archipiélago Guayaneco para unirse al capitán Cheap. En Guayanecos, isla que hoy lleva el nombre de Wager, quedaron finalmente el capitán Cheap, el teniente Hamilton, el cirujano Elliot, los 9 hombres que conducía Byron y otros 7 que anteriormente se habían dispersado entre las islas.El tiempo fue tan crudo durante el mes de noviembre, que sólo pudieron emprender viaje rumbo a Chiloé a principios de diciembre, con los dos botes de que disponían. La desmoralización entre los marineros fue completa ante sus reiterados fracasos por superar la península de Taitao y comunicar con el archipiélago de los Chonos, y la crudeza del clima, los sufrimientos, el hambre y las enfermedades, terminaron por reducir los náufragos a sólo el capitán Cheap, el teniente Hamilton y los guardiamarinas Campbell y Byron. El cirujano Elliot sucumbió en una isla del norte del golfo de Penas, que lleva el nombre de Cirujano en las actuales cartas hidrográficas, nombre que se lo impuso el capitán Robert Fitz-Roy.Con la ayuda de los kaweshkar y chonos, los cuatro sobrevivientes llegaron en canoas a Chiloé a mediados de junio de 1742, entregándose prisioneros a los españoles. Luego de permanecer ocho meses en la ciudad de Castro, fueron conducidos por mar a Valparaíso y después a Santiago, donde fueron recibidos por el gobernador José Antonio Manso de Velasco. Sólo en diciembre de 1744 se les permitió volver a Europa.
Preparándonos para bucear en la isla Wager, en busca de los cañones y el lastre de fierro de la fragata.

Explorando el fondo marino de la costa noroeste de la isla Wager.

La fragata británica HMS Wager habría encallado entre estas dos grandes rocas ubicadas en la punta noroeste de la isla Wager, en la entrada del canal Runddle. La localización del sitio del naufragio de la Wager, además de contribuir al conocimiento y divulgación de la causa inmediata de los procesos de exploración y descubrimiento de la Patagonia occidental y de transculturación de la etnia Alacalufe que tuvieron lugar durante el siglo XVIII, también permitirá reconstruir una de las más notables sagas de la historia de la navegación, ampliamente divulgada hasta la actualidad en el relato de Richard Walter, cronista de la circunnavegación al globo de Lord Anson, y principalmente en las narraciones de John Byron, John Young, Alexander Campbell, Isaac Morris, John Bulkeley y John Cummins, todos sobrevivientes de la Wager. Ejemplo de ello es la traducción al español y publicación en Argentina del relato de Morris en 2005. También el de Byron, por largo tiempo uno de los textos más populares del público británico, ha sido traducido a varios idiomas y continúa reeditándose hasta la actualidad. La última edición en inglés fue publicada bajo el título "The Loss of the Wager" en 2004, a continuación del relato de Bulkeley y Cummins, y en 1996 se reeditó una versión en español con el título "Naufragio en las costas Patagónicas". Este relato está incluido en la Colección UNESCO de obras representativas. La literatura moderna ha recogido esta aventurada odisea en obras como "Byron of the Wager" de Peter Shankland, y mas recientemente, en "The Unknown Shore" de Patrick O´Brian, trabajo histórico que constituye la base de las novelas de la exitosa serie Aubrey/Maturin, llevadas al cine en "Master and Commander. The Far Side of the World" (film exhibido en Chile con el título "Capitán de Mar y Guerra. La costa más lejana del mundo").

LA EXPEDICIÓN DEL ALFÉREZ EDWARD AL NAUFRAGIO DE LA WAGER

El Virrey del Perú don José Antonio Manso de Velasco, Conde de Superunda, en carta al Marqués de la Ensenada de 20 de diciembre de 1750, relata que en la época en que se desempeñaba como Gobernador y Capitán General del Reino de Chile fue consultado por el Gobernador de Chiloé, don José Victorino Martínez de Tineo, sobre la conveniencia de recoger la artillería de la Wager para usarla en los fuertes de la provincia bajo su administración. La respuesta fue favorable. La diligencia se encargó al entonces Alférez de Infantería del fuerte de Calbuco don Mateo Abraham Edward.
A principios de 1744 zarpó Edward de Chacao con once piraguas, ciento sesenta hombres y víveres para seis meses. Navegó por el levante del archipiélago de los Chonos hasta la laguna San Rafael, donde desarmó las piraguas para portearlas por piezas hasta el río San Tadeo, distante a cinco cuartos de legua. Sobre el istmo de Ofqui, en una cumbre ubicada a 80 varas de elevación que denominó Quelhue, levantó la capilla y el fortín de Nuestra Señora de Mercedes. Con las piraguas vueltas a ensamblar descendió el San Tadeo y cruzó el golfo de Penas hasta la isla de Guayaneco, hoy isla Wager, dando fondo en una caleta abrigada del viento oeste que mira al sudoeste, donde acuarteló, construyendo dos fortines. Después de sacar la artillería recorrió la boca del canal Messier, donde descubrió a los indios caucahues, con quienes parlamentó. El Padre Pedro Flores, sacerdote jesuita que lo acompañaba, convirtió a varios de ellos y los condujo a Chiloé. Retornó a Chacao, concluyendo su misión sin desgracias que lamentar. Por falta de víveres y a fin de facilitar una futura acción para recoger las especies rezagadas, dejó cuatro de las once piraguas en un lugar por donde forzosamente habrían de pasar las futuras expediciones a Guayaneco.
Los efectos colectados por Edward fueron catorce cañones, diez de fierro de calibre seis y cuatro de bronce calibre de a tres, un anclote de seis quintales, un yunque de más de dos quintales, ciento trece balas de cañón, mil y más balas de fusil, dos piezas de plomo gruesas, tres calderos de bronce, inútiles, que se aprovecharon en cucharas y guarnecer el muñonaje de la artillería, sobrando una caldera y un pedazo, dos quintales tres arrobas de fierro, en los cuales se incluye una bigornia y veinte libras de acero. Los cañones de bronce provocaron la admiración del Gobernador de Chiloé.
Se reporta que por lo incómodo de las piraguas no fue posible transportar catorce cañones, el fierro que venía por lastre, cables y más jarcias, con muchas anclas, habiendo dejado dos en la playa, que privó de conducir su tamaño. En vista de ello Martínez de Tineo dictó un bando prohibiendo pasar por el sitio del naufragio en tanto no se enviara una expedición para terminar de recoger las especies.
Los cañones rescatados sirvieron para duplicar el número de piezas del fuerte de Chacao, plaza que protegía la entrada a Chiloé y que por entonces era la defensa más importante de la isla.
Edward se sirvió de sus viajes a Guayaneco y a la isla de Tenquehuen para levantar un plano general de toda la Provincia de Chiloé. El Virrey Manso de Velasco remitió dos copias de este trabajo al soberano español en diciembre de 1750. El plano de Edward lo conocemos indirectamente por el mapa del Padre José García de 1768, y en mayor medida por la Historia geographica e hidrographica con derrotero general correlativo al Plan de el Reyno de Chile del Gobernador Manuel Amat y Junient, que se basó en las noticias de Edward en lo referente a la provincia de Chiloé. De esta obra extrajo el geógrafo Juan de la Cruz Cano y Olmedilla los datos del territorio de Chile que incorporó en su Mapa Geográfico de la América Meridional, elaborado en 1775, llevando así los levantamientos de Edward a escala continental. La isla Wager aparece identificada en este mapa con el nombre de Isla del Naufragio.


En una pesquiza de documentos realizada en Santiago de Chile, Lima, Sevilla, Madrid y Londres, encontramos este mapa del Golfo de Penas levantado durante la primera mitad del siglo XVIII, quizás el mismo enviado por Manso de Velasco al Rey en 1750. El manuscrito destacado dice "Islas de Guayaneco donde se perdió el Waguer de Anson en 1741".

Mapa del Golfo de Penas de la segunda mitad del siglo XVIII, probablemente levantado por el piloto Francisco Machado. El manuscrito destacado dice "Puerto del Desposorio, donde en 1741 se perdió el Waguer de Anson". Más abajo se lee "Islas de Huayaneco o de Fierro". Destaca la precisión con que fue levantada la actual isla Wager, a diferencia de lo que ocurre con la isla Byron. Sobre la entrada norte del paso Runddle se exagera la pequeña bahía donde hemos encontrado los pecios de un naufragio.

Esta vara enterrada en las cercanías del sitio donde encontramos los posibles restos de la fragata HMS Wager, podría ser la cruz de ciprés levantada en el lugar por el sacerdote jesuíta José García en 1766. / This piece buried near the site where we found remains possibly of the HMS Wager, could be the cypress cross that was lifted by the Jesuit priest José García in 1766.



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