ANTECEDENTES: LA GUERRA DE LA OREJA DE JENKINS EN LA PATAGONIA Y EL PACÍFICO
El tratado de Ultrech de 1713, que puso fin a la Guerra de Sucesión, dejó a España mutilada y a Inglaterra gananciosa por ciertas cláusulas marítimas y coloniales. Inglaterra había obtenido el privilegio de importar esclavos negros a las colonias españolas de América, y el libre tránsito de un barco de 500 toneladas, una vez al año, por esas mismas colonias. Estos privilegios originaron abusos que debilitaron el comercio español en sus posesiones americanas. El contrabando inglés era en todas partes bien acogido y protegido. España trató de reprimirlo: tal fue la causa inmediata de que en el año 1739 Inglaterra y España se declararan la guerra, inmersos en el contexto de lograr una hegemonía mundial a base de sus posesiones ultramarinas. El imperio inglés tenía dentro de sus proyectos incorporar territorios americanos y la Patagonia Occidental fue escenario de un episodio de este conflicto.
Del puerto de Portsmouth zarpó en 1740 una escuadra alistada bajo las órdenes del comodoro Anson, con la misión de asestar un formidable golpe a la dominación que España mantenía sobre las costas del Pacífico.
La escuadra de Anson se componía de los siguientes buques:
El navío Centurion, de 64 cañones y 400 hombres de tripulación, con la insignia del comodoro.
El navío Gloucester, a las órdenes del capitán Morris, de 50 cañones y 300 hombres.
El navío Savern, al mando del capitán Lags, de 50 cañones y 300 hombres.
La fragata Pearl, al mando del capitán Mitchel, de 40 cañones y 250 hombres.
La fragata Wager, a las órdenes del capitán Kid, de 28 cañones y 170 hombres.
El pingue Trial, al mando del capitán Murray, de 8 cañones y 100 hombres.
El pingue Ana, de 8 cañones y 100 hombres.
Además iban embarcados 400 soldados de marina. La tropa de guarnición del Centurion constaba de 129 hombres.
En persecución de aquella escuadra mal aparejada y abastecida, equipada con soldados sacados del hospital de Chelsea y con marineros gastados en la navegación de los mares de la India, el gobierno español despachó, a las órdenes del general José Pizarro, una escuadra compuesta de los siguientes buques:
El navío Asia, de 64 cañones y 700 hombres de tripulación.
El navío Guipúzcoa, de 64 cañones y 700 hombres.
El navío Hermione, de 54 cañones y 500 hombres.
El navío Esperanza, de 50 cañones y 450 hombres.
La fragata Esteban, de 40 cañones y 350 hombres.
Ambas escuadras arribaron casi simultáneamente y sin novedad a las alturas del cabo de Hornos a fines del mes de febrero de 1741. Pero desde que llegaron a los Mares del Sur comenzó para ellas una de las más grandes odiseas de que se conserva recuerdo en los anales de la navegación.
Inmediatamente al oeste del cabo de Hornos la escuadra del general Pizarro fue asaltada por un violento temporal, que dispersó todos sus buques. El día 7 de marzo de 1741 la escuadra enfrentó otro al noroeste del cabo, con tanta nieve que había constantemente medio metro de ella sobre cubierta. La furia del viento arrojó los buques hacia el este, y después de muchas tentativas
infructuosas para avanzar lo perdido, a mediados de mayo los navíos Asia, Esperanza y San Esteban tuvieron que regresar al Río de la Plata. El Hermione encontró su fin en aquellos terribles mares, muriendo toda su tripulación. El Guipúzcoa encalló y se perdió en las costas de Brasil.
Las desgracias que sufrió esta escuadra fueron terribles. A un escorbuto destructor siguió un hambre cruel, siendo tal que se vendía cada galleta por 50 reales. Sucedió el hecho inaudito de que un marinero conservara oculto en su cama por algunos días el cadáver de su hermano con el fin de aprovecharse de la escasísima ración que le tocaba. Los trabajos duros de la vida en el mar, las enfermedades y el hambre destruyeron la mayor parte de las tripulaciones de la escuadra. El Asia perdió más de 350 hombres. Lo mismo sucedió con el San Sebastián. En el Esperanza no sobrevivieron mas de 58 tripulantes. El Guipúzcoa tuvo que arrojar el ancla y parte de su artillería al agua. El 4 de abril desarboló este bajel de todos sus palos, día en que ya habían fallecido 250 hombres a bordo. La ración diaria estaba reducida a 45 gramos por individuo, y solo 30 a los que no podían trabajar por encontrarse enfermos. Era muy frecuente ver caer muertos a los hombres, extenuados de fatiga y hambre, llegando a tanto esta calamidad, que sólo unos 100 de los 700 hombres de que constaba la tripulación, incluso los oficiales, estaban en estado de trabajar. El 25 de abril se perdió este buque en la costa de Brasil, a 30 millas al sur de la isla Santa Catalina, teniendo en el acto del naufragio 30 cadáveres sobre cubierta.
De esta arrogante división de buques sólo regresó a España el navío Asia, a los 5 años de su salida. De los demás buques, el navío Hermione fue sepultado en las inmediaciones del cabo de Hornos; el navío Guipúzcoa se estrelló en la costa de Brasil; la fragata San Esteban, habiendo varado en el Río de la Plata, aunque sacada a flote, fue dada por inútil; el navío Esperanza, que logró pasar al Pacífico después de varias tentativas, tuvo que quedase en él por no considerársele en buen estado para volver a España. Tal fue la suerte que tocó a la escuadra confiada al mando del general Pizarro.
La escuadra de Lord Anson no tuvo mayor fortuna. La serie de adversidades que la han hecho memorable se inició con el naufragio de la fragata Wager, ocurrido el 14 de mayo de 1741 en el archipiélago Guayaneco, al sur del golfo de Penas.
Días después, el 23 de mayo, el Centurion enfrentó un recio temporal en la costa occidental de Chiloé. El suceso es consignado en su cuaderno de bitácora: “El 23 de mayo, ya rebasados del cabo de Hornos y próximos a la costa de Chiloé sufrimos un temporal que nos despedazó todas las velas y destrozó mucha maniobra. Como a las ocho de la noche una ola semejante a una montaña reventó en el costado de estribor, dando al buque una sacudida tan violenta, que rompió varios obenques, quedando los palos en gran riesgo por falta de seguridad. Se nos corrió la estiba sobre babor, quedando el Centurion dormido sobre esta banda. La consternación de este lance fue tan grande, esperando zozobrar a cada momento, los balances eran violentísimos y el navío se despedazaba por instantes”
Ante la inminente dispersión de la escuadra, Lord Anson había fijado como punto de reunión la rada de Cumberland (puerto de San Juan Bautista), en la isla Robinson Crusoe del archipiélago Juan Fernández. Los buques que lograron arribar a ésta fueron los navíos Centurion y Gloucester, y las naves menores de la expedición, el Trial y el Ana.
La tripulación del Centurion estaba en tan mal estado a su arribo al archipiélago, por la fatiga, el hambre y el escorbuto, que sólo tenía 40 hombres en estado de maniobrar, habiendo perdido. El Trial tuvo de baja 42 y sólo estaban en disposición de hacer servicio su capitán y otros 4 hombres. El Gloucester llegó un mes después al mismo punto habiendo arrojado al mar a 292 hombres, tal como el Centurion, y solo estaban en estado de maniobrar sus oficiales. Por mucho tiempo la ración de agua de este buque fue de solo medio litro por individuo al día. El pingue Ana, después de permanecer guarnecido durante varios meses en la isla Inch, en la costa occidental del archipiélago de los Chonos, llegó a Juan Fernández a mediados del mes de junio, en un estado lamentable por su escasez de gente. El navío Savern y la fragata Pearl no pudieron doblar el cabo de Hornos y tuvieron que volver a las costas de Brasil.
Lord Anson se sirvió de los sobrevivientes para tripular el Centurion, el Gloucester y el Trial, echando a pique el Ana por no haber gente para gobernarlo. El hecho ocurrió el mes de agosto de 1741. Los temporales que experimentó la escuadra en el cabo de Hornos, sus descalabros y el terrible escorbuto, habían disminuido tanto las tripulaciones, que Lord Anson se vio obligado a tal determinación.
Con la pérdida de la fragata Wager en el archipiélago Guayaneco y el retroceso de la Pearl y del Savern hacia las costas de Brasil, la escuadra de Anson quedaba reducida a 3 naves y 350 hombres.
Recompuestas las tripulaciones en Juan Fernández y reparadas las averías, Lord Anson se lanzó a recorrer las costas del Pacífico hasta México, sin temor a persecución de ningún género.
El 12 de septiembre el Centurion dio caza al bergantín español Nuestra Señora del Monte Carmelo, capturando de su cargamento 23.000 pesos en dinero, azúcar y aguardiente de Pisco, con lo que se repararon las tripulaciones.
Lord Anson despachó en seguida al Gloucester para que harpiase a las alturas de Paita (Perú), y con el Centurion y el Trial se dirigió a Valparaíso226 en busca de presas. El 24 del mismo mes apresó al Aranzazu, buque de 600 toneladas que procedía del Callao con cargamento de 25.000 pesos plata y otros artículos análogos al del Nuestra Señora del Monte Carmelo. Anson puso después proa al norte para unirse con el Gloucester, pero antes apresó al navío Santa Teresa de Jesús.
Después de ejecutar depredaciones de toda especie, se dirigió a las costas mexicanas, y echando a pique al Gloucester y al Trial, por falta de tripulación, regresó a Inglaterra llevando a bordo del Centurion las cuantiosas riquezas de que se había apoderado en sus correrías.
De ambas escuadras sólo regresaron el Asia a los puertos de España y el Centurion a los de Inglaterra, las dos naves capitanas, sin haberse encontrado nunca.
EL NAUFRAGIO DE LA FRAGATA WAGER
Después de sufrir todas las peripecias que hubo de experimentar la escuadra de que formaba parte y de salvar el cabo de Hornos, esta fragata tuvo que sufrir además nuevos temporales en el océano Pacífico, sobre las costas occidentales de la Patagonia, y llena de averías, encalló en la mañana del 14 de mayo de 1741, un poco antes del amanecer, en la costa norte del archipiélago Guayaneco, situado al sur del golfo de Penas y al norte del archipiélago de Wellington.El casco de la fragata se mantuvo a flote, apoyado en las mismas rocas en que había encallado. Al amanecer pudo desembarcar la tripulación y salvar parte de los víveres y la carga, con mucha dificultad a causa de la fuerza del mar. Con las velas y los fragmentos de la fragata los náufragos construyeron tiendas de campaña para resguardarse de la inclemencia de la estación invernal en la que se hallaban, y a poner a cubierto los víveres y la carga, en una región donde las lluvias alcanzan los 8000 milímetros anuales.Los náufragos también pudieron salvar la lancha y los botes del buque, con los cuales el capitán David Cheap se propuso seguir al norte, atrapar algún buque español del cabotaje y reunirse en seguida con Lord Anson, que suponía en el archipiélago de Juan Fernández. Pero la desmoralización de los náufragos no tardó en producirse y la rebelión estalló encabezada por el artillero John Bulkely,protestando contra los propósitos del capitán.Bulkely proponía volver atrás, correr por el estrecho de Magallanes, dirigirse a las costas de Brasil y buscar en ellas los medios para regresar a Europa. Pero como el capitán Cheap, con su fuerte carácter, se mantuviera firme en su propósito, el día nueve de octubre estalló el motín, apoyado por 81 hombres de los 92 a que estaba reducida la tripulación de la Wager. Cheap fue reducido a prisión y los amotinados comenzaron sus aprestos para la vuelta a Brasil.El 13 de octubre emprendieron su regreso en tres embarcaciones sin puentes. El viaje de estos hombres es una de las más aventuradas odiseas de la historia de la navegación. Sin víveres, en barcas en mal estado, y alimentándose a su paso con los perros de los indígenas, llegaron a Brasil después de ocho meses de luchas y sufrimientos increíbles. La historia de esta travesía es narrada por Bulkeley y Cummins en A voyage to the south-seas in the years 1740-41. Un ejemplar de su primera edición se conserva en la Sala Medina de la Biblioteca Nacional de Chile.Una de estas embarcaciones, en que iban el guardiamarina John Byron y 9 hombres, abandonó a los amotinados a poco avanzar y regresó al archipiélago Guayaneco para unirse al capitán Cheap. En Guayanecos, isla que hoy lleva el nombre de Wager, quedaron finalmente el capitán Cheap, el teniente Hamilton, el cirujano Elliot, los 9 hombres que conducía Byron y otros 7 que anteriormente se habían dispersado entre las islas.El tiempo fue tan crudo durante el mes de noviembre, que sólo pudieron emprender viaje rumbo a Chiloé a principios de diciembre, con los dos botes de que disponían. La desmoralización entre los marineros fue completa ante sus reiterados fracasos por superar la península de Taitao y comunicar con el archipiélago de los Chonos, y la crudeza del clima, los sufrimientos, el hambre y las enfermedades, terminaron por reducir los náufragos a sólo el capitán Cheap, el teniente Hamilton y los guardiamarinas Campbell y Byron. El cirujano Elliot sucumbió en una isla del norte del golfo de Penas, que lleva el nombre de Cirujano en las actuales cartas hidrográficas, nombre que se lo impuso el capitán Robert Fitz-Roy.Con la ayuda de los kaweshkar y chonos, los cuatro sobrevivientes llegaron en canoas a Chiloé a mediados de junio de 1742, entregándose prisioneros a los españoles. Luego de permanecer ocho meses en la ciudad de Castro, fueron conducidos por mar a Valparaíso y después a Santiago, donde fueron recibidos por el gobernador José Antonio Manso de Velasco. Sólo en diciembre de 1744 se les permitió volver a Europa.